Anatomía sexual masculina (I)

El pene, visto desde fuera, es una estructura de carne colgante simple, posea o no prepucio. Sin embargo, si echamos un vistazo al sistema de elementos interior, la cosa puede complicarse un trecho, aunque no hasta el punto de poder compararse con la complejidad que posee el aparato sexual y reproductor femenino, que veremos en un futuro cercano.

Si cogemos una sierra y cortamos un filete a la altura del tronco del pene, como si de un redondo de ternera se tratase, y tomamos ese filete con forma de circunferencia entre los dedos, veremos varias cosas identificables diferentes.

En la parte inferior de la circunferencia tenemos la uretra, que cruza el pene a lo largo y conecta el meato uretral, o agujero por el que sale la orina, con la vejiga dentro del cuerpo. Alrededor de la uretra, protegiéndola y discurriendo también por la parte baja del pene, veremos el cuerpo esponjoso. Ocupando la mayor parte de de la circunferencia que reposa en nuestras manos tenemos los cuerpos cavernosos. Por ultimo, en la periferia del redondo filete hay una serie de venas que difieren en forma y tamaño entre individuos, o entre penes.

 Corte transversal y longitudinal de un pene tipo.

Si antes de cortarnos el pene hubiésemos podido desmontarlo por piezas, tras quitar la piel habríamos podido apreciar que tanto el cuerpo esponjoso como los cuerpos cavernosos tienen forma cilíndrica y se aventuran bien adentro en el cuerpo. Durante la excitación, los cavernosos se llenan de sangre haciendo que la túnica albugínea, el tejido que los rodea, se estire expandiéndose hasta su propio límite y adquiriendo una gran dureza, permitiendo al pene su elongación y dándole su forma erecta. El glande es el extremo exterior del cuerpo esponjoso, que también cuenta con corriente sanguínea, y la parte más sensible del pene, tanto que muchos hombres prefieren su estimulación indirecta, análogamente a lo que sucede con las mujeres y el clítoris. Si en una erección tocamos la parte inferior del pene a lo largo, notaremos que, aunque el cuerpo esponjoso haya aumentado de tamaño, sigue siendo blando al tacto en comparación con los cuerpos cavernosos.

Lo último que podremos ver desde el exterior es el escroto, el saco donde descansan los dos testículos. La temperatura ideal para que suceda la espermatogénesis, o creación y maduración de espermatozoides, es sensiblemente inferior a la que suele poseer el cuerpo humano, lo que podría explicar la existencia de dos músculos bastante importantes: el músculo del crémaster, que se encarga de levantar y bajar los testículos dentro del escroto en respuesta a la variación de temperatura y los estímulos sexuales, y el músculo de dartos, situado en la capa media del escroto y encargado de contraerlo y relajarlo con el fin de acercar los testículos a la reconfortante tibieza del cuerpo cuando fuera hace frío o de alejarlos de su sofocante ardor cuando el clima es más benevolente.
Es por eso que en invierno están arrugados y en verano pendulares.

Si, una vez vistos los rasgos exteriores, pudiésemos meternos dentro del cuerpo para examinar la estructura anatómica, descubriríamos esto: testículos, epidídimos, conductos deferentes, vesículas seminales, próstata y glándulas de Cowper. En esta entrada solo veremos los testículos.

Los testículos tienen dos funciones fundamentales aparte de dejarnos fuera de combate tras el más leve golpe: secretan andrógenos como la testosterona y producen espermatozoides. Cada testículo está formado por varios compartimentos por los que discurren varios metros de conductos seminíferos, lugar en el que se forman y almacenan los espermatozoides. Entre estos conductos están las responsables de producir testosterona, las células intersticiales, o células de Leydig.

  Anatomía interior de un testículo y los procesos hormonales descritos.

Vayamos por partes. La descarga de la testosterona producida por las células intersticiales en el corriente sanguíneo es fundamental en la diferenciación sexual prenatal, en el desarrollo de caracteres sexuales secundarios como vello corporal y musculatura y en la creación de esperma. Sin embargo, la actividad testicular está regulada por dos hormonas que encontraremos a menudo, que son la hormona estimuladora del folículo (FSH) y la hormona luteinizante (LH), ambas centrales también en el aparato femenino y secretadas por la glándula pituitaria (estructura con forma de guisante situada en la base del cerebro), que a su vez está bajo el mandato del hipotálamo (situado encima de la pituitaria).

El hipotálamo, tras detectar baja producción de testosterona o esperma, secreta las hormonas liberadoras LH-RH y FSH-RH (RH=releasing hormone, u hormona liberadora), la pituitaria recibe la señal y libera a LH, que es la encargada de estimular la producción de testosterona de las glándulas intersticiales, y a FSH, responsable de activar la producción de esperma.

Entonces, gracias a FSH, la espermatogénesis puede tener lugar en los conductos seminíferos, produciendo los espermatocitos en primer lugar, que poseen 46 cromosomas, 22 parejas XX y una XY. Estos terminan dividiéndose en dos espermatidas, con 23 cromosomas cada uno, uno con cromosoma X final y otro con cromosoma Y final. Terminan madurando y convirtiéndose en espermatozoides bien formados. En la fecundación, los 23 cromosomas del espermatozoide se suman a los 23 del óvulo femenino y, dependiendo del cromosoma final del espermatozoide, la gestación dará lugar a un rubicundo niño (Y) o a una sonrosada niña (X), en caso de que no haya ninguna anomalía, las cuales veremos en un futuro.

Por cierto, en el caso de que el lector tenga la suerte o la desgracia de ser un varón, seguro que encuentra interesante el hecho de que en el tiempo que le ha llevado leer el último párrafo sus eficientes testículos habrán producido una media de 37.000 espermatozoides.
Espero que su descarga sea placentera.


Nos vemos.

1 comentario:

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