Animales en familia

El sistema de apareamiento de los animales depende de varios factores ambientales y biológicos, mucho más simples que los que se dan en el emparejamiento humano. Por ejemplo, si las hembras de una especie se apelotonan en un área pequeña porque es prolífica en la primera fuente de supervivencia, alimento, sería más fácil para una macho monopolizar a ese grupo de hembras y defenderlas de otros competidores (factor ambiental). O si existe un grupo homogéneo de hembras que entran en periodo de celo a la vez, sería más difícil para el macho monopolizador evitar que alguna se aparee con un competidor mientras él se aparea a su vez (factor biológico).

Estos factores hacen que la adopción de un sistema de apareamiento específico por parte de una especie sea la forma más económica o exitosa de conseguir la preciada descendencia. Pero hay varios sistemas.

Uno y una, una y uno.

El hermoso cisne, el gigante albatros, el adorable perrito de las praderas o mi primate favorito, el gibón, forman parejas monógamas que pueden llegar a durar toda la vida. Demonios, hasta el parásito Schistosoma Mansoni, un gusano plano que se reproduce sexualmente dentro de nuestro cuerpo, aguanta con la misma pareja hasta el final. Las especies que se deciden por la monogamia lo hacen por razones de peso, como la carencia de una gran cantidad de hembras que puedan monopolizarse por un macho dominante, la probabilidad mayor de que la descendencia salga adelante si los dos progenitores la cuidan o los pocos beneficios que puede traer a un macho intentar varios apareamientos. Por ejemplo, en los pájaros que hacen nido y cuidan en ellos a sus crías, se da el caso de que cuánto más aporte energético tengan los polluelos, más posibilidades de éxito tendrán, por lo que dos progenitores procurando alimento son una gran ventaja. En los mamíferos, por el contrario, el macho suele tener poco que aportar en la primera y más importante etapa de la cría, el amamantamiento, lo que puede favorecer la poliginia.

Un gibón, fiel como es.


Uno y muchas.

La poliginia es cuando un macho tiene disponibilidad de varias hembras para reproducirse. El poderoso gorila, el enigmático ñandú o el elegante ciervo, por ejemplo. Sucede cuando un grupo de hembras se instala en un territorio rico en alimento y un macho se hace con ese territorio, defendiéndolo de competidores y, en caso de que lo haga bien, teniendo derecho a reproducirse con las hembras de su territorio. O cuando un grupo de hembras nómadas se mueve de lugar a lugar, buscando el mejor alimento, en cuyo caso un grupo de machos seguirá a ese harén y, no solo lo defenderán de otros grupos, sino que competirán entre ellos para ver cuál tiene derecho a mojar. Los hechos que pueden sacarse de este fenómeno son que el número de hembras será mayor cuanto mayor sea la calidad del territorio y que, desde el punto de vista de las hembras, si decidieran aparearse con un macho que ya se ha apareado deberían obtener al menos los mismos recursos que si lo hiciesen con otro libre.

El gorila tiene los genitales diminutos.


El raro caso de los leks.

Un lek es un grupo de pequeños territorios, cada uno de ellos dominado por un macho y al que trata de atraer a las hembras para la cópula. En ese pequeño territorio no hay recursos alimenticios ni se provee defensa a las hembras. Es solo un lugar donde los machos se exponen a la espera de que alguna hembra decida aparearse con ellos. Los manaquines, algunos murciélagos y algunos antílopes usan leks. Suele darse en poblaciones en que el número de hembras es muy elevado, lo que haría muy costoso defenderlas de los competidores. En este sistema la hembra cobra especial importancia, pues es ella la que puede elegir qué macho utilizar para crear su descendencia, en vez de estar obligada a hacerlo con aquel que mejor ha defendido un territorio lleno de recursos. El lek es una especie de concurso de belleza masculino, donde el premio, en vez de lociones para los músculos o una semana en Ibiza, es un revolcón.

Una y muchos.

Se le llama poliandria cuando una hembra dispone de varios machos para aparearse. Poco común y sobre todo en aves, los roles de las especies poliándricas se invierten y son las hembras las que compiten por los machos, más escasos, hasta el punto de que son las ella las que pueden llegar a desarrollar caracteres sexuales secundarios llamativos o funcionales. Las hembras, como vemos, también pueden defender de competidores un territorio rico en recursos en el que varios machos se establezcan y la ayuden a criar numerosas descendencias.

¡Todos con todos!

En el sistema llamado promiscuidad, muy habitual, un individuo de un sexo determinado puede aparearse con cualquier individuo del otro sexo dentro del grupo. Así de simple. Sin competencia, sin defensa de recursos, sin defensa de individuos, sin agresividad y, por tanto, sin dimorfismo sexual. Como recordaremos, el dimorfismo sexual es la diferencia morfológica entre machos y hembras de una especie que sucede cuando uno de los dos sexos ha de competir para conseguir reproducirse. En los grupos promiscuos, como no hay competencia, tampoco suele haber dimorfismo, lo que hace a hembras y machos muy parecidos. Los bonobos son un buen ejemplo. Muy poco agresivos, aprovechan cualquier momento para intimar, y no es raro ver a dos hembras frotando sus genitales o a un macho lamiendo el pene de otro macho. Fuck it.

Qué grandes los bonobos.



¡Hasta pronto!

1 comentario:

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