Disfunción eréctil

La disfunción eréctil es la dificultad de conseguir o mantener el tiempo deseado una erección. Se le llama impotencia de forma semidespectiva y se estima que todos los hombres tendrán dificultad para empalmarse al menos una vez en la vida.

Concepto y prevalencia.

Una adecuada definición de disfunción eréctil aclararía que es la dificultad o imposibilidad de conseguir o mantener una erección, durante un periodo prolongado de tiempo, impidiendo la consecución de unas relaciones sexuales satisfactorias y causando malestar a quien la padece, sea un individuo o una pareja. Hay hombres que pueden mantener relaciones sexuales (habría que decir coitales) con media erección y no tienen ningún problema con ello, y hay otros que obteniendo una erección más fuerte que los anteriores tienen problemas de confianza. Por tanto, es importante aclarar que la situación, para ser susceptible de tratamiento o educación, debe causar malestar a quien la padece.
Todos los hombres tendrán, en algún momento de sus vidas, dificultad para conseguir una erección. Pero como la disfunción conlleva un periodo prolongado de flojera, la prevalencia (que es la proporción de personas que presentan el problema) en España se sitúa en torno al 15 – 20%. Con la edad, claro, la cifra sube, hasta el punto de que la mitad de los varones de entre 50 y 70 años la padecen. El porcentaje sube rapidísimo a partir de esa edad.

Origen médico.

La erección se produce cuando los cuerpos cavernosos del pene se llenan de sangre, haciendo que se expandan y estiren al máximo la túnica albugínea que los recubre. Hay algunas enfermedades o condiciones médicas que repercuten en el flujo vascular de los genitales impidiendo que cuando el sistema nervioso da la orden de erección no haya suficiente corriente sanguínea para rellenar esos cuerpos cavernosos. Las más habituales son la diabetes, la hipertensión, sobre todo cuando se trata con fármacos hipotensores, o sea, casi siempre, y la insuficiencia renal. El tabaco y el alcohol son dos piezas clave a la hora de explicar el origen de la disfunción, así como tratamientos o cambios hormonales naturales, como la andropausia.

Origen psicológico.

Muchos pueden ser los factores psicogénicos que contribuyen a no poder tener una erección. Ansiedad en el mismo momento por tener una relación sexual, o los típicos nervios, miedo a no hacerlo bien, pensar en cuál debe ser el resultado de la relación, estar pendiente de mantenerla todo el rato o estrés derivado de otros problemas son los habituales. Siempre se ha dicho que la gran parte de los casos de disfunción eréctil es de origen psicológico, pero tampoco es aconsejable adquirir una visión unidimensional de la dificultad. Lo importante, al final, es bucear bien entre todos los posibles orígenes.

De hecho, en la mayoría de los casos, es una combinación de ambas.

Sobre todo porque la disfunción de origen orgánico puede derivar en problemas psicológicos, y viceversa, naturalmente. Un hombre con disfunción causada por un problema médico pasajero puede desarrollar desconfianza o desesperanza, y por tanto una ansiedad que mantenga la disfunción una vez el problema médico se ha arreglado. Otro con trastorno de ansiedad generalizada o depresión desarrolla la disfunción pero en la evaluación clínica se encuentra que es además diabético. En este caso la disfunción puede ser por A o por B, pero también una combinación de ambas. Pero lo importante es lo que viene.

Todo lo que genera: la pescadilla que se muerde la cola.

Es, en el sentido estricto de la expresión, un círculo vicioso.
La disfunción genera ansiedad/depresión, y esa ansiedad/depresión genera más disfunción. Los individuos con disfunción perciben que no tienen control sobre esa situación, lo que hace que en la relación se centren en las consecuencias de una posible flacidez en vez de en disfrutar o compartir el momento. Esa concentración excesiva en los aspectos negativos de la relación sexual hace que sus propias expectativas fatídicas se cumplan, generando más ansiedad, más miedo a la ejecución, más percepción de falta de control, vergüenza y, finalmente, aversión a la relación.
En este sentido, es habitual que los hombres con una disfunción recurrente eviten relaciones sexuales y se alejen de su pareja mientras tratan de buscar una solución por su cuenta. Esta, por su parte, tratará de encontrar las razones de la disfunción o de la evitación derivada en aquel factor inmediato a la dificultad: la relación sexual. Esto desencadenará preguntas, acusaciones, desconfianza y más ansiedad que alimentarán aun más, si cabe, a la disfunción. ¡Con lo importante que es la pareja en la solución de la dificultad, como veremos!

Los tratamientos farmacológicos y sexológicos de la disfunción eréctil los veremos en unos días.



¡Hasta pronto!

1 comentario:

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